Laverne

Cada uno es como es y bastante desgracia tiene...

miércoles, octubre 29, 2003

BUENAS NOCHES NOCTURNAS

Es llegar y ver cómo me mira desafiante desde la otra punta de la habitación. Y sólo yo soy capaz de interpretar su mirada desafiante. Me dice: "¿Qué haces TÚ AQUÍ?".

Al principio me callo porque no quiero tener discusiones con él, pero como su pupila me persigue le suelto: "Déjame en paz. Tengo más derecho a estar aquí que tú. Por lo menos yo hago lo que tengo que hacer. Y además, no tengo una pinza en mis pies que me ate a una mesa". Me doy cuenta en seguida de que no debería haber dicho eso, porque nadie es culpable de su naturaleza. Pero no le voy a pedir perdón porque lo que quiero es imponerme, y parece que lo he conseguido (mañana volveremos otra vez a la misma historia). Él se calla, no dice nada, pero sigue observándome con esa mirada de desprecio infinito.

Mi error fue pensar que estábamos sólos. De pronto me di cuenta de que también estaba su mejor amigo, en frente de él, cabizbajo y sin decir nada. Nunca se mete en problemas ajenos, pero tampoco te defiende cuando lo necesitas. De todas formas, a mí no me defendería nunca.

Pero la que verdaderamente me molestaba era ella, que estaba sentada a mi lado y no me había dado cuenta. Siempre, y no sé por qué, tiene una sonrisita burlona en su calva cara. Me sonríe, lo noto, y se burla de mí pretendiendo darle la razón a él. Entonces la miro enarcando las cejas y comprende que todo lo que pienso de ella es verdad: es una fresca, va siempre desnuda, insinuándose. E intenta esconder su turbio pasado, aquel capítulo su vida ocurrido con la estantería... En el fondo me da pena, pero son 3 contra uno, y no pienso hacerle arrumacos a nadie.

"Apago la luz para no ver vuestras sucias caras" digo, y le doy al interruptor de la luz. Entonces es cuando la madre de todos se calla, y callando no otorga, sino que pone (asombrosamente) paz. Y me duermo pensando que ojalá mañana no me pase lo mismo.

Porque no pienso dejar que el flexo negro de mi habitación me vuelva a mirar con su solo-ojo como imponiéndose sobre mí. No me importa el flexo de colores, ése nunca dice nada, y siempre oculta su mirada. Pero la lámpara de mi mesilla, que no tiene pantalla porque cuando me calló la estantería encima mientras dormía se la rompió... a esa sí que no pienso aguantarla nunca más. Espero que mañana, si sucede lo mismo, la lámpara del techo sea capaz de poner orden callándose y apagándose hasta el día siguiente.