LLEGÓ LA NAVIDAD AL CORTE INGLÉS

Qué bonito, mariposillas revoloteando en nuestros estómagos, unicornios de colores surcando el cielo azul, petalitos de rosa cayendo despacio a nuestro alrededor... Se respira amor.
Al contrario que mucha gente, yo no odio las Navidades. No las odio, me gusta pasear por la calle y ver a la gente que corre bajo la lluvia y el frío con bolsas cargadas de regalos que me encantaría abrir y joderles el papel y los lacitos, aunque fuesen muñecas peponas o electrodomésticos. Me gusta ver como todo el mundo abre sus carteras para gastar el sueldo en comprar algo para sus seres queridos. Me gustan los árboles de Navidad, Papá Noel y el turrón de chocolate (ese que no es más que chocolate con arroz inflado, un Crunch cualquiera, pero de Dia%). Me gustan las vacaciones, son mis favoritas, porque es invierno, porque hace frío, porque ponen cosas interesantes en la maldita televisión, porque recibo regalos (escasos, también hay que decirlo) y porque sí.
Y no, no me paro a pensar en que si es tradición de la Iglesia Católica, que si hay o no hay que festejar el nacimiento de nosequién... Y prefiero a Papá Noel por la sencilla, razón de que viene antes, y así hay más tiempo para disfrutar de los regalos. Y me gusta más el árbol de Navidad (aún teniendo en cuenta de que hace años que no decoro la casa) que el Belén. El Belén es sólo sacarlo de la caja, colocarlo en una mesa y esperar a que se muevan las figuritas. Y no se mueven. Ni siquiera el niño Jesús se mueve, como debería hacer todo niño. Está pegado a la puta cuna. Igual que los Reyes Magos a la silla de montar. Por más que intentes estirarles las piernas y de un empujón incitarles a caminar, no lo hacen. Porque están sentados a todas horas. Es una mierda el Belén. Lo único bueno que tiene es el ángel que está en la parte de arriba y que nadie sabe de dónde sale. Ése al menos está despegado y, aunque cueste un huevo incrustarlo en alguna parte del tejado, se mueve.
El árbol de Navidad lo puedes decorar. Al menos haces algo. Aunque luego haya que recogerlo y limpiar los pelitos de plástico que suelta. Al menos debajo del árbol puedes meter regalos (si eres tan cursi como para que te guste tenerlos amontonados bajo un trozo de plástico con ramas). Debajo de mi Belén solía haber un baúl. Y debajo del baúl, suelo. No hay lugar para regalos.

En definitiva: la Navidad es verde y roja, y a mi ni me gusta ni me disgusta, pero la disfruto. ¿Por qué? Porque me da la gana. Y eso que ahora que no nos quedan más viejos vivos, tenemos que cenar los 4 solos en casa. El año pasado pedimos comida china. Y tú, viejo Scrooge, haz algo productivo estas Navidades y leete A Christmas Carol de Charles Dickens (o si eres de los que no tocan tapas de libros porque le salen sarpullidos, la película de los Teleñecos lo ilustra muy bien)
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