
He econtrado respuestas a mis preguntas.
Misteriosamente amanezco con golpes en todas partes. Sobre todo en las piernas. Y me digo: "madreeee... ¿cuándo me he dado yo semejantes ostias?". Hago repaso de todo lo que hice el día anterior, miro mi agenda y no pone nada de "darse golpes contra los muebles" ni "dejarse pegar por un tipo corpulento". Así que lo dejo en caso-extraño-e-incomprensible y sigo viviendo.
Al día siguiente amanezco con más golpes: tengo tres moratones en una pierna y dos en la otra. Y digo: esto va a ser cosa peligrosa. Exactamente. He descubierto quién me propina palizas de muerte.
Estaba más que claro que algo me tenía que pasar por la noche, mientras dormía. Si por el día no, por la noche sí. Lógica pura y aplastante.
Al principio llegué a pensar que podría ser mi padre. Seguro que mi padre descargaba su ira furibunda en mi cuerpecito dormido. Y probablemente me suministraría en la cena algún tipo de barbitúrico para atontarme y no hacer demasiado ruido mientras me pega. Después pensé que podría ser mi hermano, porque aún me debe 4 € que le pienso cobrar algún día, y probablemente no querrá darmelos para poder comprarse algún DVD de los suyos. Soy una carga molesta en el desarrollo de su ambición deuvedera. Llegué a la conclusión de que tampoco podía ser él (no sé por qué) y mi madre tampoco es porque una madre no haría algo así nunca (exceptuando a aquella italiana que metió a su bebé en la lavadora y le dio a "centrifugado").
Pues la pasada noche me quedé despierta. Ni siquiera cené para no dejar que nadie me intentase dormir con pastillitas, polvitos o caramelos con droga. Y en lo más oscuro y profundo de la noche nocturna, allá por las 5 de la mañana, escuché un ruidito que venía de las tablas de madera del suelo, justo debajo de la cama. Escuché cómo algo echaba a un lado una de las tablas y daba órdenes a los demás de ponerse en fila india y marchar "como siempre".
Hijos de puta, pensé. Y me quedé quietecilla, esperando a que viniesen a por mí y me intentasen machacar el cráneo y me mordiesen las piernas. ¡Cómo corrían los pasitos por el suelo, cómo notaba el tirón de aquellos seres diminutos en mis sábanas, cómo gritaban los malditos!
Pues nunca llegaron.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home