Laverne

Cada uno es como es y bastante desgracia tiene...

viernes, enero 02, 2004

VECINOS



Todo empezó el día en que a las 10 de la noche suena un portazo en el piso de arriba y vemos por la mirilla de la puerta a una mujer embarazada rodando por las escaleras. Su hermano, yonki (pero yonki... yonki) la había lanzado escaleras abajo amenazando con matarla porque sí. La mujer gritaba por el portal que llamasen a la policía, y ésta vino y se llevó al personaje maltratador éste.

A partir de ahí, todos mis vecinos han sido unos hijos de mala madre, mujeres de afecto negociable (Discworld Trade Mark) y demás.

Después nos mudamos a otro edificio que parecía más tranquilo. Ya... La mujer de arriba era una mujer puta y encima, prostituta de profesión. Cada cinco minutos entraba un tipo y salía otro. Y todos los que tengáis putas en el edificio sabréis que siempre hay algún gilipollas que se confunde de piso. Pues alguien llama a la puerta un día y abre mi hermano, que debía tener 4 años. Entra un hombre corpulento hasta la cocina, el tío, y le dice a mi madre: "Hmmm... creo que me he equivocado de piso". Coge, se da la vuelta y se va.

Cuando la puta abandonó el piso entraron unos tipos de aspecto sospechoso (sí, de esos que siempre tienen un ojo más abierto que otro, como si estuviesen analizándolo todo). Desde luego hacían mucho menos ruido que la prostituta. Una noche, lavándome los dientes, miro hacia la ventana del cuarto de baño y hay un tipo boca a bajo. El tipo se lleva un dedo a los labios y dice "Sshhhhh". Y no dije nada, claro. Cualquiera dice algo teniendo a un tipo colgado boca a bajo en la ventana del cuarto de baño. Y después empezaron los golpes y el "Aaaaaaaaarriba las manos, joreuta!!!". Y detuvieron a los camellos del piso de arriba.

Nos cambiamos otra vez de edificio. Y, a parte de una mujer amargada que le daba la brasa a mi madre hasta las 2 de la mañana contándole lo desdichada que se sentía porque no tenía sexo con su marido, habitaban el edificio el Pablito, la Jenni, su madre y la Polla Fétida, que así le llamaban los tres al padre. Pues el padre y la madre bajaban a las 7 de la mañana al bar de al lado y no subían hasta las 8 de la noche, que empezaban a gritar, a insultarse unos a otros, a pegarse y a amenazar con suicidarse y matarse y hacerse cosas peligrosas. Esta vez los que se fueron fuimos nosotros.

Y cuando llevabamos un tiempo viviendo aparentemente tranquilos, suena un BOOOOM gigantesco. Pues no era otra cosa que un tipo que había intentado suicidarse dejando la bombona abierta. El muy hijo de puta no sabía ni cómo hacerlo y esperó a que alguien le diese al interruptor de la luz del descansillo para que el piso entero estallase en mil pedazos. El tío no murió al instante (de hecho, ni siquiera estoy segura de que haya muerto) pero hirió a una niñita que pasaba por debajo. Y desde luego, jodió los pisos que rodeaban al suyo.

Ahora tengo a unos cabrones que se dedican a tocar la batería en el piso de arriba (un piso con insonoridad ínfima) y a un par de mujeres con un escote hasta las bragas en pleno invierno...